Decido colocar los libros rojos por fecha. Y los libros azules por número. Es curioso que conteniendo lo mismo estén puestos de manera distinta. Y otra cosa, el encuadernador de los libros azules no debe saber escribir en números romanos más allá de 30, porque 29 si está escrito como XXIX, pero 30 ya no. Curioso.
Una vez colocados estos libros, sigo mirando y remirando. Subo cosas y las coloco según cuadra, alternando la fantástica decoración, consistente en patitos de madera de hermoso plumaje y ligeramente decapitados, pues siempre se rompían por el cuello y allá que estaba mi tío para arreglarlos con su cola de carpintero. También fotos de cuando un servidor era pequeño e inocente y se cortaba el pelo adrede para salir mal en las fotos de estudio, y de otros niños que no vienen al caso, remitidos por orgullosas madres y abuelas que se dedican a colonizar casas de familiares con sus fotos. No sé por qué no nos dedicamos a mandar fotos de nuestro gato como represalias, pero en fin, es lo que tiene no dirigir la política exterior.
En vista de que más o menos todo lo gordo está colocado y que los libros que quedan no me suenan en la estantería correspondiente al día de hoy, decido dar de mano, más que nada porque estoy ligeramente mareado. Tanto colocar me ha colocado.
Y mañana, otra igual.
domingo, 1 de mayo de 2011
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