En el día de la fecha ha tenido lugar el tan señalado acontecimiento. Ya desde los días anteriores los ánimos estaban totalmente alegres ante el hecho en sí, de forma que cuando se ha producido ríos de alegría se han vertido.
Desde muy mañana los últimos nervios afloraban y algunos no veían la hora del inicio. Y entonces arrancó el ritual. La llegada de los cuadernillos, la apertura de las bolsas. La magia flotaba en el ambiente, ensimismando a las dos partes implicadas.
Pero sin duda lo más difícil fue resistirse a abrir el cuadernillo. Los bolígrafos rugían como los coches en los semáforos a punto de ponerse en verde. Pero, entonces, se obró el milagro. Con un rotundo "¡Ahora!" los bolígrafos salieron atropelladamente. Las neuronas rugían, se cortocircuitaban, en un orgasmo de pensamiento. El espectacular silencio que se hizo solamente se veía roto por los ronroneos de los bolígrafos que escribían y del viento al pasar las hojas de los cuadernos. Los minutos se escurrían entre las manos del futuro. Y sonó el primer timbre imaginario.
Caras de preocupación, de nervios, de alegría en algunos casos. Un efímero descanso para abrir una ventana a la ilusión de la segunda parte de la prueba. Se respiraba el silencio y las risas nerviosas de la esperanza de lo que traerá en sus páginas. Un bocado rápido y a la segunda parte.
Ahora estaba todo decidido. Ya conocían todo su futuro, solo hacía falta enfrentarse a él. Con decisión. Con la soledad de nadie que te ayude, repito, nadie. Los minutos seguían pasando. Y llegó el temido final.
La alegría ante el trabajo bien hecho. La ilusión por el resultado. Y la satisfacción de la utilidad de todo el proceso.
PD: Un alumno quiere que lo cite. Pondré sus iniciales. D.C.S. (Qué cansino que es...)
martes, 10 de mayo de 2011
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De nadie, como es de rigol.
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