Observo desde mi privilegiada tribuna, la altura de estar de pie, una colección finita de individuos de dos tipos. Hablan, gritan, se lamentan de su suerte, se ríen de su desgracia.
Y yo los miro recordando que las cosas tienen que ser así. Pero que a veces hay que tomárselas con un sorbito de té. O saber dónde están los límites y renunciar.
miércoles, 27 de abril de 2011
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