miércoles, 13 de abril de 2011

Retales

Lo sabía, pero procuraba no darle importancia. Su vida estaba hecha de retales. De cosas inservibles para semejantes muy distintos.

Nunca buscó lo que tenía. Se lo fue encontrando, como piezas de coleccionista tiradas a la basura, como juguetes rotos que ya agotaron la ilusión de sus propietarios. Fueron cosas deseadas, pero ya inservibles.

Una fría noche de invierno se lo encontró en la puerta de su casa. Allí estaba, hecho un ovillo. Se abrió la puerta. Levantó su cara. Se miraron y estuvo todo dicho. Lo llevó al veterinario, lo cuidó, hasta le compró un juguete que apenas usó. Fue el primer retal de su vida.

Años después, pasando lista descubrió un color distinto a los demás, una mirada triste tras unas sucias gafas. Allí apareció la segunda pieza de su puzzle. Tras un sórdido pasado y ser el centro del odio común descubrió que la vida a veces da segundas oportunidades, con quien precisamente menos se lo espera. Y así fue como se hicieron inseparables. Y hasta llegó a perdonar a los que nunca le quisieron. Más que nada, porque él se quedó con el corazón que a ellos les faltaba.

La tercera pieza había sido maltratada por la vida. Siempre utilizada, nunca deseada. Moneda de cambio de los intereses de los demás. Una pobre infeliz. Pero dichoso aquel día en el que acabó su mala suerte al empotrar su coche contra aquella señal. Justamente estaban detrás. Sus atribuladas disculpas les parecieron muy simpáticas y por eso la invitaron a cenar a casa. Se quedó sorprendida de cómo dos hombres podían tener una casa en orden. Y hasta parecer un hogar.

Y así quedaron todos juntos, como esos trozos de tela que sobran de los vestidos de boda. Se guardan en un cajón y se olvidan. Ya nadie los necesita.

Salvo ellos mismos, naturalmente

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