Paseo por mi ciudad, que cada día lo es un poco menos. Gente que turistea, como rebaños, como ovejitas, son descargados en puntos estratégicos. Gente encorbatada con carpetas en la mano que habla con otra gente encorbatada con otra carpeta en su mano. Se dan importancia al hablar y lo hacen en tono alto, para que lo sepamos.
Camino por calles casi olvidadas y descubro nuevos detalles, que posiblemente ya estaban en mi mente, pero que la falta de ejercicio han hecho salir disimuladamente para ser ocupados por cosas más de mi entorno adoptivo.
Llego a mi destino. Saco número y compruebo que me tocará esperar. Me enfundo mis gafas de sol y paseo de nuevo. Descubro a una mimo vestida de plata, que está sentada y que saluda con extremada educación ante unos indiferentes viandantes. Niños que se comen el cristal de una tienda de animales. Un río con poca agua y se pone a llover la típica lluvia de abril. En circunstancias normales me preocuparía, ya que no llevo paraguas, pero no lo hago. Definitivamente estoy empezando a dejar de ser yo.
Una segunda vuelta y por fin entrego mis papeles. Toda la mañana por 34 euros. Ante tal cantidad económica, dejaré de trabajar y me dedicaré al dolce far niente...
martes, 19 de abril de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario