Ya te he dado de cenar. Justamente después de bañarte. Me emociona ver tus manos tan pequeñitas. Tu cabeza, que aún cabe en mis manos. Tus ojitos tan abiertos, que se beben la vida que te rodea.
Es maravilloso verte sujetar el tenedor, beber agua cogiendo el vaso con las dos manos. Buchito a buchito. Hemos decidido apagar la tele. Me has contado cómo te ha ido hoy en el cole. La cantidad de deberes que has tenido que hacer. He prometido que hablaré con tu seño, para que nos deje tiempo para jugar juntos cada tarde. Poner la alfombra y tirarnos en el suelo, a mover coches, a imaginar las vidas de esos seres pequeñitos que hay dentro. Como yo hacía de pequeño.
Era tarde y me he puesto serio. Tienes que dormir. Pero no has querido. Me has abrazado. Te has tumbado encima mía y te has puesto a jugar con mi cara. Me has tirado las gafas. Casi se rompen. Me has mirado un tanto asustado, pero no te he dicho nada. ¿Para qué empezar una batalla que voy a perder?
Te has quedado dormido encima mía. El silencio de la noche nos ha envuelto a los dos. He sido egoísta. He querido tenerte un rato abrazado. Te he dado un beso en la frente y he pasado la mano por tu pelo, acariciándote muy suavemente.
Te he cogido en brazos con mucho mucho cuidado. Ni te has dado cuenta. Te he llevado a tu cuarto. He abierto las sábanas y te he tapado. Has abrazado la almohada y has seguido durmiendo, como el ángel sobre la tierra que eres.
Has venido a redimirme de mis pecados.
lunes, 4 de abril de 2011
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Mira que yo no quiero niños por ahora, pero leyendo esto te dan ganas de vivir esa experiencia.
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