Marco el número. Da el tono. Espero.
Mi interlocutor responde. Saludo. Saluda. Comienza la conversación. Conozco las últimas novedades. Me informan de noticias. Me preguntan mi opinión. Intento darla. Pero no, mis palabras son atropelladas por una opinión prefijada. Insisto. Pero de nuevo soy vapuleado.
No pregunto más. Mis pobres palabras no quieren salir de mi boca. Están asustadas. Me limito a asentir.
Amago de final de conversación. No lo consigo. Pregunto, pero mi pregunta se la lleva el viento. Mi interlocutor me ignora. No me oye.
Definitivamente, dimito.
sábado, 2 de abril de 2011
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