Bajamos dando vueltas alrededor de un eje, para llegar a una manchita blanca que cada vez se hace más grande. Allí estaban ellas, con la comida casi preparada. Alegría en el reencuentro y bebidas frescas esperándonos. Aperitivos. Primeras risas. Niños que juegan y que alegran el espíritu de los cansados caminantes.
Sol de justicia.
Falta alguien. Llamamos por teléfono. Se han perdido. Sales a su busca. No te importa saber que tienes que esperar un poco más para comer. Allí vienen, despacio, saboreando cada una de las curvas de una pista de tierra.
Deshaces el camino andado y entramos de nuevo en casa. La comida espera. Deliciosa. Salimos al sol, el sol de una tarde de primavera. Sentados en un poyo, con cara de siesta, somos requeridos para el café. Algunas bromas. Nos aguarda una sorpresa en forma de tarta.
Sobremesa. Juegos. Palabras. Algún sueño que otro. Risas. Trozos de la vida compartida que se nos escapa como la arena de la tierra que hemos pisado por la mañana. Gratitud.
Se hace tarde. Volvemos a casa.
No somos los mismos.
sábado, 2 de abril de 2011
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