Mientras el sol les calentaba la espalda dos hombres, uno joven y el otro también, caminaban juntos. Uno escuchaba en silencio, como siempre hacía con la gente que era distinta a él. Si bien es cierto que su verbo era fácil y, a veces, hasta ingenioso, sabía reconocer cuándo debía estar callado. Eso provocaba en sus amigos cierta sorpresa y él se disculpaba diciendo cualquier excusa, como que estaba cansado.
Mientras caminaban el hombre joven impartía sus enseñanzas al otro. Las palabras no se las llevaba el viento y eran atesoradas en lo más valioso del otro hombre: Su corazón un tanto maltrecho y su cabeza un tanto descuadrada. Lo realmente importante en la vida, esa clave que todos buscamos, ese El Dorado de nuestro corazón quizá sea más fácil de alcanzar de lo que pensamos, aunque llegar a ese lugar siempre está lleno de dificultades, temores, intereses... A fin de cuentas somos animales sociales y nunca podemos estar solos del todo. Quizá la quimera del ser humano es la independencia.
El otro hombre recordó el camino recorrido. Y pensó que ya sería hora de planificar el camino que queda por recorrer.
Y quizá esos caminos ya nunca más se recorran solos.
sábado, 2 de abril de 2011
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