Salimos hacia la cumbre de la montaña. Más de una vez he querido explorarla y hoy va a ser el día. El motor de nuestro coche ruge ante el esfuerzo de las cuestas que tiene que subir, hasta que llegamos a la bifurcación y comienza una estrecha carretera hacia nuestro destino final. Nos saludan con la misma amabilidad las antenas y la flora endémica, cada una con la belleza característica propia de su especie. Me asaltan los viejos deseos. Ya es tarde, me digo.
Vistas impresionantes que el vigilante disfruta a diario. Nos acoge con amabilidad y nos enseña cómo trabaja. La verdad es que debería tener unas mejores condiciones en su puesto de trabajo. Alguien que protege unos montes tan bellos contra el fuego lo merece.
domingo, 19 de junio de 2011
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