miércoles, 29 de junio de 2011

Vendedores

Mientras dormía la siesta llamaron a la puerta. Con cierta mala leche, me levanté a ver quien era, cosa rara en mí. Llegué a la entrada de casa, giré la manivela y me encontré un señor con un maletín.

- Buenas tardes. Soy un vendedor a domicilio.

Y con un ágil salto se coló en mi casa. Acudió a la cocina, cogió un vaso de agua y me invitó a sentarme en mi propia mesa camilla.

Un tanto sorprendido, le dije que no quería nada pero no me sentí con fuerzas para expresarlo contundentemente.

- Lo dudo. Le ofrezco algo que no podrá rechazar. Le ofrezco unos ojos nuevos. Justamente cuando le vi en la puerta pensé que lo que necesitaba usted son unos ojos nuevos. ¿A que con los ojos que usted tiene no ve bien?

- Bueno, soy miope, pero tengo gafas que me solucionan ese problema.

- No se trata de gafas. Se trata de cambiar su forma de ver las cosas. Usted tiene una forma muy literal de ver las cosas. Muy final, orientada a una consecuencia final, ¿verdad?

No supe qué responder a ello, y le obsequié con una cara mezcla entre sorprendido y enfadado.

- Con estos nuevos ojos usted disfrutará más de la vida, todo lo verá de una forma nueva que le hará sufrir menos. Quédeselos, los prueba y me cuenta. Me pasaré la semana que viene. Si me disculpa me voy, que tengo que seguir la ruta. Muy amable.

El vendedor apuró el vaso de agua, se levantó, me hizo una pequeña reverencia y se fue por la puerta, con la misma cabriola con la que me sorteó cuando entró en casa.

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