martes, 21 de junio de 2011
El club de los cinco
Ahí están. Son cinco. Esperan que los toquen para liberar al genio que llevan dentro. Tan solo hacen falta unas manos que los sepan acariciar. Que sepan poner en orden toda la energía que llevan dentro. Que sepan canalizar el torrente de emociones que son capaces de mover.
Manos que llevan practicando meses, que los reconocen sin necesidad de mirar. Manos que presionan sabiamente las cuerdas que corresponden, que percuten en el lugar adecuado, para hacer brotar la música.
Comienza el espectáculo. Hay nervios, hay ganas de hacerlo bien. Las manos comienzan a hacer su trabajo, comienzan a recorrer los caminos ya trillados de la música. Pero cada interpretación es un nuevo inicio, un nuevo amanecer. Saldrá bien o mal, pero es un nuevo capítulo.
El concierto va avanzando, todo va según lo previsto. Las canciones se van desgranando una a una, se trasmite la emoción al público, que corea y agita sus brazos. Hay alegría. El genio ha salido de la lámpara musical. Nos invade a todos durante unos minutos.
Al acabar felicitaciones, alegría. Ha salido todo perfecto. No ha habido ningún problema. Nos sentimos orgullosos. Pero, en cambio, ellos vuelven a estar tristes. Han vuelto a su funda. El genio ha vuelto al interior. Está triste. No sabe cuando volverá a inundar con su magia a los que le rodeen.
PD: Dedicado a mis cuatro compañeros de grupo. Gracias por haber compartido este tiempo. Nos vemos en el próximo concierto.
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