Mientras estoy de pie, solo y desarmado, frente al océano que ruge, me doy cuenta de dos ojos que me miran. Dos ojos que llaman mi atención y que me consuelan.
Cada vez que una ola me golpea y me hunde e intento nadar hacia la superficie, esos dos ojos aparecen para rescatarme, para animarme, para decirme que siempre merece la pena y que no desfallezca.
Una vez miré a esos ojos. Y apareció una cara que los contenía. Tomo forma y apareció una cabeza, que configuró tus facciones. Y nunca olvidé tu rostro.
Tu también has aguantado las corrientes, tu también has peleado contra el agua, pero ya has llegado a puerto y has sido recibida con honores. Has ganado en tu carrera, te has llevado los laureles. Y tu cara se ha desvanecido por el brillo de felicidad de tus ojos.
Tus ojos, que se han perdido entre el mar de mis lágrimas.
miércoles, 1 de junio de 2011
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