La rosa de los vientos nos señala que es hora volver a casa. No obstante, nos queda un último cometido, buscar cerezas y recoger algo de vino. Las cerezas se muestran esquivas, pero para compensar y redondear lo que está siendo un auténtico día perdido se nos regala el majestuoso vuelo de un águila, que hace que alguna lágrima de emoción se asome a nuestros incrédulos ojos y el andar divertido de las perdices que nuestro coche espanta del carril, que ponen una sonrisa en nuestra ya cansada cara.
Y nos espera el vino, en nuestro lugar talismán, en nuestra sede senderista. El vino, que hace que fermenten las amistades, que hace que los días sean perdidos, que hace que nos alegremos de que, por propia voluntad, por error, o por simple capricho divino, cuatro almas hayan tenido la suerte de conocerse y de pasar juntos un día que quedará marcado por siempre en sus finitas memorias.
Gracias por perder un día tan maravilloso.
lunes, 20 de junio de 2011
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Ha hecho usted un reportaje, texto y fotos, magnífico. Mi más sincera admiración.
ResponderEliminarY me publique el comment...
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