miércoles, 27 de julio de 2011

Música III

Recuerdo que el tiempo se medía en veranos. No recuerdo exactamente qué año, pero quizá fuera 1994. O 1995. Pero de lo que estoy realmente seguro es que era septiembre. La había estado viendo desde hacía bastante tiempo y esa sería la tarde apropiada. Acudía casi todos los días en peregrinación desde mi casa hasta el Continente para admirar sus líneas. Era una radio con dos pletinas y cd. No me podía creer que por fin pudiera comprarme una radio con cd. Y que pudiera copiar cintas. Y copiar cedés. Yo, con una radio con cd...

Así que me lancé con mi madre y allá que me la traje, en el autobús de la línea 10 hasta el Hipercor, donde me compré mi primer cd. "Turn It Upside Down" de Spin Doctors. Me encantaba aquél disco.

Llegué a casa y le hice un hueco en mi estantería. Sería la reina de mi cuarto, que cada vez era más pequeño por la cantidad de chismes que iba acumulando y porque su habitante humano seguía creciendo, pero que milagrosamente todavía cabe en una cama plegable de 80. No recuerdo las veces que oí el disco por primera vez.

Luego llegaron otros. Recuerdo un programa de Cadena 100, donde entrevistaban al cantante o compositor y podías oír gran parte de su disco. Eso sí que era publicidad. El siguiente fue "Songs of a Distant Earth" de Mike Oldfield. Recuerdo ir a comprar el disco a la tienda, pagarlo en pesetas, llegar a casa escondiéndolo para no ser censurado en los gustos musicales y abrir el papel transparente con el que venía envuelto. Abrir la caja por primera vez, oler el aroma de la tinta del libreto, ojear lo que traía. Sacar el disco con el mayor de los mimos y ponerlo en la pletina y dejarse llevar. Por supuesto con los auriculares, para no molestar y no ser censurado. Y así una y otra vez. Aún hoy en día me acuerdo de un disco y lo recorro de principio a fin, paladeándolo como los vinos viejos.

Fueron llegando más y más, descubrí lo que me gustaba y lo que no y siempre sentí pena por no ser capaz de hacer brotar de mi esa música. Aprendí a conformarme con disfrutarla sin fin, a ser un poco huérfano y a sentirme un poco mutilado musicalmente hablando.

Recuerdo las canciones talismán antes de los exámenes. Recuerdo los miles de cintas que grabé para mí y para los demás. Recuerdo aquellas canciones que sonaron en mis oídos por primera vez, que fueron como el primer beso, ése que dicen que nunca se olvida, y que me hicieron distinto a como era en el instante anterior de apretar la tecla en mi vieja radio.

Ahora lo recuerdo con claridad. Tenía 15 años.

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