Ahora que parece que todo marcha según lo previsto es cuando lo puedo decir.
Desde hace un tiempo te vengo observando. Primero con curiosidad, luego con interés y, desde hace algún tiempo, simplemente te observo, que no es poco. Tú sabrás encontrar el adverbio que le falta.
Nos hemos odiado a conciencia, o al menos lo hemos intentado y creo que también nos lo hemos pasado bastante bien. Pero sobre todo hemos sido un apoyo mutuo, desde ni se sabe cuando. Yo, que soy muy de acordarme de fechas y detalles, no recuerdo el momento exacto ni las palabras exactas. Y lo mejor es que creo que a estas alturas poco importa.
Sabes que siempre me ha preocupado esa oscuridad intrínseca tuya, ese afán por la tristeza. No sé si es algo que nace de ti o algo impuesto por el entorno. Lo he intentado averiguar de muchas maneras y he fracasado.
Sí, he fracasado estrepitosamente en muchos aspectos sobre ti. Créeme que lo siento, pero es así. No se si de forma intencionada, o porque quizá me has conducido a ello. Pero tampoco creo que lo que importe sea el camino, sino el resultado.
Sí, en el fondo me has derrotado en esa lucha particular que desarrollamos desde hace tiempo. Al menos lo intenté. Pero eso es lo de menos. Es una derrota que no tiene ningún tipo de interés, puesto que a ti no te ha aportado nada y a mi me ha enseñado mucho más de lo que puedas imaginar. En cierto modo ya no soy el mismo.
Pero eso no es lo que me interesa. Me interesa tu tristeza, en la que sigues no se muy bien por qué. A veces tiendo a pensar que por comodidad, a veces tiendo a pensar que porque te gusta la imagen melancólica que gracias a ella proyectas. Pero de lo que todavía no te has dado cuenta es que dentro de poco tu mundo cambiará y no será el mismo. Las paredes de tu habitación caerán y te verás inmerso en una habitación casi infinita, donde muchas personas te observarán o te obviarán, donde tropezarás con los adoquines de la calle, donde los autobuses pasarán con cierta frecuencia y donde la lluvia te mojará de forma distinta. Y entonces te darás cuenta de que aquel poster que todas las noches veías acurrucado desde tu cama con el corazón triste y la pena en tu mirada y que reflejaba la imagen de tus anhelos y que te quitaba el sueño habrá desaparecido. Y se habrá convertido en una figura de carne y hueso que te amará con todas tus fuerzas justo hasta el momento en el que te arranque el corazón del pecho. Y cuando esto pase, a pesar de todo, no te importará. Porque ya no hay ni pared ni poster al que mirar. Ya no tienes habitación donde quepa tu tristeza.
Ojalá que caigan pronto las paredes de tu habitación. Pero, antes de ello, llénalas de las fotos de lo que te estorbe, que se pierdan cuando estallen los muros.
Empieza sin equipaje. No te va a hacer falta.
martes, 12 de julio de 2011
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