lunes, 4 de julio de 2011

Paseos por Granada. La Alhambra. II



Al final de la cuesta me espera la Puerta de las Granadas, que da paso al mundo mágico de la Alhambra. Todo está en silencio, solo roto por el hipnótico ruido de los aspersores que riegan el impresionanta bosque alhambreño.



Hay una neblina por la calle por la que ando que da un aspecto todavía más mágico al paseo, a pesar de ser mediodía. El rumor del agua por los laterales del paseo y los pájaros que cantan saludando al mediodía completan la terna de sonidos del jardín.



Llego a la primera encrucijada de caminos. A la derecha, el Carmen de los Mártires. A la izquierda, los palacios Nazaríes. Pero hoy mis pasos me encaminan al cementerio, donde debo hacer una visita. Sigo caminando, saludo a Ganivet



y bordeo la muralla de la Alhambra por la acera del Washington Irving, donde un mirlo acaba de capturar un piscolabis. Aquí los árboles y la acera se acaban y echo de menos una gorra que, por supuesto, he pensado coger pero que he olvidado en casa.



Un inglés tiene problemas para salir del aparcamiento con su moto y se pelea a distancia en un inglés ligeramente macarrónico con un empleado que a saber dónde estará. Cruzo una rotonda y llego al cementerio.

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